En
esta ocasión, vamos a hablar un poco sobre uno de nuestros pintores modernos
favoritos: Edward Hooper. Tanto él como su obra son muy conocidos, y como ya
hemos dicho, para nosotros es un auténtico genio.
Edward
Hooper nace en la pequeña ciudad de Nyack, situada a orillas del río Hudson un
22 de 1882 en el seno de una familia culta y burguesa. Justo al principio del
siglo 20, en el año 1900 E. entra en la “New York School of Art”, instituto en
el que conocerá o otros futuros protagonistas del arte americano de mediados
del siglo 20 tales como Rockwell Kent, George Bellows o Eugene Speicher. No
obstante, quienes de verdad influyeron en su formación como artista fueron tres
de los profesores de la escuela: William Merrit Chase (le animó a estudiar y
copiar todo aquello que veía en los museos), Kenneth H. Miller (se encargó de
educarle el gusto por una pintura nítida y limpia organizada en una composición
espacial ordenada) y Robert Henri (contribuyó a liberar el arte de la época del
peso de las normas académicas). Tras conseguir el título en el mencionado
instituto E. obtuvo su primer trabajo como ilustrador publicitario en “C.
Philips and Company”.
Inicia
un viaje por Europa, recalando en 1906 en París ciudad en la que experimentará
un lenguaje formal cercano al de los impresionistas. En 1907 continúa su viaje
pasando por Londres, Berlín y Bruselas. No obstante, en 1909 decide regresar a
París, donde perfecciona su estilo hasta llegar a su estilo personal e
inconfundible. Su pintura se caracteriza por un peculiar juego entre las luces
y las sombras, por la descripción de los interiores y por el tema central de la
soledad y que perfecciona en su último viaje a París y España en 1910.
Mientras
en Europa se consolidaban el “fauvismo”, el “cubismo” y el arte abstracto”, E.
se siente más atraído por artistas tales como Manet, Pisarro, Monet, Sisley,
Coubert, Goya (pintor español bastante anterior a todos estos).
Regresa
definitivamente a EE UU, donde se establecerá y permanecerá hasta su muerte. En
su obra empieza a reflejar temas en relación con la vida cotidiana
estadounidense, modelando y adaptando su estilo a la vida cotidiana. Entre sus
representaciones abundan imágenes urbanas de Nueva York y de los acantilados y
playas de Nueva Inglaterra. En 1918 se convierte en uno de los primeros
integrantes del “Whitney Studio Club”, el centro más dinámico para los artistas
independientes de la época. Entre 1915 y 1923 abandona temporalmente la
pintura, y empieza a dedicarse a nuevas formas de expresión tales como el
grabado, usando la punta seca y el aguafuerte obteniendo numerosos premios y
reconocimientos, incluyendo alguno de la prestigiosa Nacional Academy. Su
genialidad era objetiva.
El
éxito obtenido con una exposición de acuarelas en 1923 y otra de lienzos en
1924 hicieron de Hooper el autor de referencia de los realistas que pintaban
escenas estadounidenses. Imprime en su obra un fuerte realismo, que resulta ser
la síntesis de la visión figurativa unida al sentimiento poético que Hopper
percibe en sus objetos. Imágenes urbanas o rurales, inmersas en el silencio, en
un espacio real y metafísico a la vez, que comunica al espectador un
sentimiento de alejamiento del tema y del ambiente en el que está inmerso
bastante fuerte. Hopper consigue esto por medio de una esmerada composición
geométrica del lienzo, por un sofisticado juego de luces, frías, cortantes e
intencionadamente "artificiales", y por una extraordinaria síntesis
de los detalles. La escena aparece casi siempre desierta; en sus cuadros casi
nunca encontramos más de una figura humana, y cuando hay más de uno lo que
destaca es la alienación de los temas y la imposibilidad de comunicación
resultante, que agudiza la soledad. En 1933 el Museo de Arte Moderno de Nueva
York le consagró la primera retrospectiva y en 1950 el Whitney Museum la
segunda.
Edward
Hooper muere el 25 de enero de 1968 en su estudio neoyorquino, muy cerca de
Washington Square. Os dejamos con alguno de sus cuadros, de los cuales la grna
mayoría se encuentran en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, aunque en Madrid,
en el Thyssen hay alguno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario